Reflexión
Entre lo que pienso, lo que quiero decir, lo que creo decir, lo que digo y lo que entiendes hay cinco posibilidades de no entendernos. No es que no sepamos hablar, ni que no escuchemos, pero son tantas las veces que nos queda esa sensación de no haber dicho lo que realmente queríamos, de que nuestro discurso no ha calado, que empezamos hasta a dudarlo. Lo malo: no sabemos comunicarnos bien; lo bueno: no hay nada que nos diga que no podemos aprender a hacerlo, seguramente será más fácil de lo que creíamos.
Comunicarse…parece algo tan obvio y a la vez tan complejo. Todos podemos comunicarnos, lo hacemos continuamente, pero la diferencia entre hacerlo bien o mal puede determinar nuestra posición en un círculo de amistades, nuestra vida profesional y en definitiva, nuestra forma de enfrentarnos a los retos, que es eso de lo que se compone nuestra vida si no queremos morir de aburrimiento. Especialmente a los jóvenes se nos está pidiendo que sepamos defendernos delante de una audiencia, más o menos grande, más o menos exigente, más o menos amiga, pero siempre e inevitablemente crítica.
Se da por hecho que sabemos hacerlo, y el problema es que más de la mitad no sabemos. El resultado: nuestro mensaje no se ha entendido, y nuestro excelente trabajo ha quedado relegado a una mediocre explicación con muchos puntos en el aire. Ante esto estamos desnudos, no hay ningún material, por estupendo que sea, que nos salve si nuestro mensaje no es convincente. La palabra argumento suena muy seria; no nos damos cuenta de que está en todo, utilizamos argumentos cada día sin saber que lo estamos haciendo, pero cara al público somos incapaces de encontrar más de uno. Bien, somos jóvenes, tenemos mucho que decir y no sabemos, no sabemos convencer con la palabra, pero como hemos dicho, nuestra vida está llena de retos, solo tenemos que enfrentarlos.
Aprender a comunicarse nos ahorrará tiempo y quebraderos de cabeza, aumentará nuestra autoestima porque no solo creeremos en la calidad de nuestros proyectos, sino que los demás lo creerán con nosotros, nos abrirá al menos un poquito las puertas de un futuro trabajo, y quién sabe, porque la palabra es como el aire, está en todas partes, se cuela sin verla, entra en nosotros y puede tirar montañas.
Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio.
Esther Pérez Nieto, Alumna Usa la Palabra Formación