La soledad de la pregunta
El momento más difícil de una presentación es el turno de preguntas, ya que la incertidumbre que generan puede destrozar, incluso, la intervención que con mayor confianza hayas realizado.
Desconocer la respuesta, ese es el factor más temido. La falta de escucha activa es el error más recurrente al contestar preguntas, ya que la falta de información a la hora de recibir la consulta puede perjudicar en la elaboración de la respuesta. Otro fallo corriente; cuando dichas consultas van dirigidas sobre el tema expuesto, cuidado, ya que una respuesta incorrecta puede generar desconfianza por parte del público. UNA PREGUNTA TIENE QUE SER PARA TI, UNA OPORTUNIDAD.
La franqueza puede ser tu mejor aliada por el desconocimiento de la respuesta; es la mejor vía si la improvisación no puede ayudarte para resolver la pregunta. Las interpelaciones pueden ayudar a remarcar ideas que hayas expuesto en tu intervención, enriqueciéndola con más detalles sobre el tema. Si la pregunta no es aclaratoria, es importante que re-preguntes por mayor detalle en el objetivo de esa pregunta, para poder establecer un mejor contexto, y así responder aquello que se te preguntó. Nunca vas a tener el control completo sobre el tema que expones, y si una pregunta te deja desprevenido, será la mejor de las lecciones, ya no solo para una próxima exposición similar en temática, sino para las siguientes preparaciones.
Apúntate esas preguntas que no sepas responder, averigua como responderlas, y disfruta de aquellas que no conozcas la respuesta, generando así un cambio en el público. Al mismo tiempo, una pregunta bien respondida te reafirmará en tu postura como conocido del tema expuesto. Un orador se hace fuerte respondiendo aquellas preguntas que otros no saben responder.