La comunicación 3.0
Hace unas semanas pude encontrar una imagen que me recordó a la asamblea de una gran empresa nacional a la que acudí hace un año. El presidente de esta, al salir ante todos los accionistas, curiosamente, hizo uso de un elemento novedoso que ayuda en la lectura de discursos, intentando camuflar, a través de unas pantallas, que sus palabras tenían motivación e intención para ese público exigente.
Fuente: EXPANSIÓN
El posicionamiento de las mismas invitaba a simular que mientras realizaba su “speech”, dirigía su mirada hacia el público. Nada más lejos de la realidad. No era un mensaje fácil el que tenía que transmitir, ya que el crecimiento de esa entidad no había cosechado los resultados prometidos con anterioridad.
Entonces, allí sentado, me pregunté qué quería transmitir realmente el presidente.¿Seguridad? ¿Convicción? ¿Interés?
La verdad es que jamás llegué a saber cual era su intención, su resultado no fue el esperado y cuando llegó el turno de réplica de los accionistas, el ambiente se volvió hostil. Comunicar datos, resultados o cualquier tipo de noticia a un gran público tiene que acompañarse con una sensación de entrega, empatía hacia los que apostaron por ti y, ante todo, con un sentimiento de responsabilidad.
Cuando escogí el título de este artículo no es porque piense que esta tecnología no es útil, sino que su uso no es el adecuado. Entonces, ¿en que posición queda este elemento? Simplemente es un elemento distractorio, que ayuda a leer unas líneas, pero no a transmitir confianza o seguridad al oyente, ya que construye una barrera entre el orador y el receptor del mensaje, olvidando que nuestro objetivo es llegar al oyente, no ser un gran lector en público.
El telepronter tiene que ser utilizado como un elemento complementario para que, en el caso de perderte durante una exposición, puedas volver al hilo argumental. Pero para ello también podemos utilizar una presentación que complemente nuestro mensaje, y haga más visual nuestras intenciones. Entender que comunicar necesita conexión visual con el oyente, transmitir sensaciones, confianza, y ante todo, conocer si nuestro objetivo es informar, convencer o vender, es el punto de inicio de cualquier discurso ante cualquier tipo de público.
Las nuevas tecnologías nos ayudan día a día ser capaces de llegar más lejos, alcanzar cosas inimaginables; nos ayuda a cumplir gran parte de nuestros sueños. Su correcto uso tiene que ser siempre considerado como un complemento a nuestro mensaje, pero no un protagonista de este. Nadie que va a una reunión, una conferencia o una charla informativa quiere leer una presentación, escuchar una lectura o a que le entreguen un documento previamente para conocer todo lo que le van a contar. Viene a escuchar lo que le quieras transmitir, a que le ayudes a dibujar las imágenes que las palabras de tu mensaje generan, es decir, a entender cual es tu objetivo.
No debemos dejar que nuestra humanidad se pierda en el attrezzo de la comunicación, sino que debemos ser fieles defensores de que solo nosotros somos los responsables de lo que decimos, y ante todo, de lo que entiende nuestro público.